Los parlamentos y las leyes están sometidos a los votos, los gobiernos sometidos a la mayoría y la mayoría a su vez está sometida a la palabrería, a las promesas (muchas incumplidas), a los programas políticos (muchos incumplidos), a los medios de comunicación (controlados), a los creadores de opinión (también puestos ahí para ello). Al final, cuando uno ha depositado el voto en la urna, tiene la sensación de que no lo ha hecho libremente, sino influido o influenciado por todo lo que nos rodea. Estás jugando el partido, pero no te dan bola.
Y entonces es cuando miras a tu alrededor y ves que hay mucha crispación. Crispación en el que huye de la justicia, en el que se va porque no hay trabajo (esos si son exiliados). Crispación al ver cada vez más políticos en la cárcel que se han aprovechado de las mayorías que les proporcionamos siempre pensando en ellos antes que en la gente. Crispación porque los bancos no han devuelto el crédito que le prestamos los trabajadores que pagamos impuestos. Crispación por las largas colas en los hospitales cuando hay recursos para dar una mejor cobertura a los pacientes, pero es mejor hacerse un seguro privado. Crispación en las personas mayores que no ven incrementada su pensión porque es mejor hacerse un plan de pensiones privado. Crispación en las mujeres que no se ven iguales de facto con respecto a los hombres. Crispación entre los que por ser de un lugar son tratados de forma de diferentes que a otros que viven en un espacio geográfico diferente, etc, etc.
Altas miras nos de el futuro para retomar los mandos del vehículo antes de que se despeñe por el acantilado.