domingo, 26 de febrero de 2017

La actuación de las Murgas en Carnaval: una pena


Desde hace unos años y tras un período de sequía, las "murgas" de Cazalla tienen de nuevo sus dos días grandes señalados en el calendario coincidiendo con el fin de semana del Carnaval. El pabellón José Damián De Tena hace las veces de teatro "improvisado" para la ocasión. "Intenta" vestir sus mejores galas y a fe que casi lo consigue. El ambiente que se crea es aceptable pese a ser un recinto deportivo. La luz y el sonido juegan en favor del público que llena el aforo y es, cada vez, más profesional. Una bomba de calor trabaja para que haya una temperatura agradable y aunque las sillas de plástico no son muy cómodas, en los descansos, se descansa. 
Todo lo descrito se completa con la magia que sale a relucir gracias al esfuerzo de cientos de personas que en Cazalla trabajan desde meses antes para que todo encaje encima del escenario. Jóvenes y no tan jóvenes se superan año a año con su puesta en escena, cuidando al detalle letras, música, vestuario... disfraces, decorados y maquillaje. No hay puntada sin hilo. No hay espacio a la improvisación. Todo queda bajo el paraguas del trabajo que divierte a los protagonistas en el proceso y que divierte al público en el momento. El disfrute, una vez pasados los nervios, es mutuo. 
Sin embargo, el respeto que desde el escenario se lanza en forma de 3x4 para con Cazalla, a veces, no es correspondido por algunas de las personas que se sientan entre el público. Continuas interrupciones de personas que se levantan y se sientan durante las actuaciones, llamadas de teléfono contestadas durante el solo de una guitarra, conversaciones en voz alta que impiden escuchar a las agrupaciones que se están dejando la garganta. Murmullos y murmullos, niños jugando descontrolados. Demasiado ruido alrededor del respetable que tiene abiertos de par en par los ojos y los oídos, los cinco sentidos intentando disfrutar del espectáculo que desde el escenario se ofrece. Por eso es una pena que a esta obra artística le salga un borrón, que el cuadro del pintor inspirado tenga un manchón y es una pena que a las letras del compositor les salga un tachón.  

jueves, 23 de febrero de 2017

Farhenheit 451 o la quema de libros

No deja de ser curioso cómo en la era de la información y la inmediatez las personas viven cada vez menos informadas. Y es cuestión de la gran cantidad y del "mal" estado en el que se encuentra la información. Si a esto se le une la falta de argumentos con los que los ciudadanos están dotados para procesar tanta información, el resultado es... que no se puede hacer una buena digestión de la misma. 
El Smartphone e internet se han grabado con fuego en las vidas de la gente. Y las iniciativas para adaptar los procesos a los medios y a la tecnología actual, de momento no alcanzan esa velocidad. Hay más alternativas de información, pero no de pensamiento. 
Los únicos librepensadores son aquellos que se salen de los cauces habituales teledirigidos desde las altas esferas de control. Son esas gotas de agua de la corriente de un río que han saltado a la orilla y han escapado de las garras del cauce. El ser humano tiende a acostumbrarse a vivir siempre por detrás de los poderes, alejado de las tomas de decisiones que afectan a sus vidas, en la que escasas veces tiene voz y el voto está siendo "manipulado". Desde muy temprana edad las personas están sometidas a un sistema que va dirigiendo su forma de pensar hacia una dirección única. La lectura de Farhenheit 451 de Ray Bradbury hace reflexionar sobre ello. En la sociedad en la que se desarrolla la novela se queman los libros (igual que pasó en el Quijote o en la Alemania Nazi). El poder no quiere que las personas piensen por sí mismas y, por eso, destruyen uno de los elementos que sirve para que los seres humanos puedan tener criterio y juicio sin estar condicionados. Y premonición o no, salvando las distancias entre realidad y ficción, el caso es que  el mundo occidental actual cada vez se parece más a lo planteado por el escritor estadounidense en su novela: una sociedad de zombis que son felices creyéndose todo lo que se les cuenta, pero que están vacíos por dentro.  
A menudo las noticias afirman que se han desclasificados informaciones secretas de sucesos y acontecimientos que están directamente relacionados con cómo se organizan las vidas de las sociedades. Estos archivos desclasificados suelen dar una versión diferente a las que dieron en su momento como explicación de los acontecimientos. Por lo tanto, esto tiene que hacer desconfiar de lo que cuentan del presente. Escepticismo. Muchos sucesos actuales se cierran con carpetazos y/o desaparecen de los Medios de Comunicación de Masas de forma abrupta. La versión oficial deja a medias y nunca llega al fondo de la cuestión. Pero siempre se impone. Mísera actualidad. Afortunadamente todavía hay versos que transmiten sentimientos, literatura que está alejada de los "Mass Media", de los índices de audiencia o de las listas de ventas.