Cientos, miles de personas abarrotaban la amplia zona peatonal/comercial del centro de Sevilla el primer día de las famosas Rebajas. Chorros de gente desembocaban en las arterías principales cual afluente nutre de agua al río. Los consumidores portaban bolsas en las que se podían ver los logotipos de las principales marcas que ocupan los locales más destacados de la zona. Los precios de los inmuebles se han convertido en prohibitivos a la sombra de la especulación. Las firmas internacionales, esas que elaboran sus productos en países subdesarrollados, pagan muy poco por su manufacturación. Además contratan las caras más famosas para la publicidad. Expertos bien remunerados conocen perfectamente el comportamiento de la masa para vender lo que más les interesa. Productos, eso sí, de dudosa calidad o con obsolescencia programada instalada.
El personal de las tiendas es escaso. Los contratos, habría que verlos. La atención al cliente brilla por su ausencia. Mal servicio. Se deshumaniza el trato vendedor/cliente. Vuela el dinero de plástico. La situación es caótica. Y como contraprestación... como contraprestación te encuentras bien porque has comprado algo a un precio más reducido.
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