Lo que abajo suscribo es la respuesta a la sorpresa que me dio el amigo Paco Cepeda en su blog personal dentro de la web www.muchodeporte.com, pero para poder entenderla, previamente hay que leer el artículo titulado "La Cazalla de Paco" que se encuentra en el siguiente enlace:
http://www.muchodeporte.com/blogs/1/Titular/86/la_cazalla_de_paco
La tarde va llegando a su fin. Dresde está viendo un otoño impropio, soleado, que deja unas estampas de luz y color que agrandan las pupilas y se guardan en las retinas.
Hoy hay Premiere en el Semperopera Ballet. Estrenan Nordic Lights. La hora señalada son las 7 de la tarde. Aquí a esa hora ya es de noche. Ha aparecido como cayendo a plomo, rápidamente. Deja todos los rincones oscuros en las eficientes y poco iluminadas ciudades alemanas. Menos el teatro que está vestido de gala para recibir a un público expectante con el estreno. Trajes de chaqueta, corbatas, tacones altos y vestidos de tirantas. Buenos portes. Público cosmopolita. Yo apenas llevo una chaqueta y camisa prestadas. También unas botas con tacón que me acerca más a la altura de los alemanes, separan mi cabeza aún más del suelo, pero que me están justas y me aprietan los piés. No puedo de dejar de mirar y admirar el escenario donde se va a llevar a cabo la representación. Barroco, decoración recargada, paredes que expresan las escenas de sus pinturas. No cabe un alfiler.
Semperopera (Dresde, Alemania) |
No entiendo muy bien algunas escenas. No entiendo qué es lo que los coreógrafos intentan que expresen los bailarines, pero me divierto mucho contemplando los movimientos, la expresividad de esos cuerpos fibrosos y musculosos, el dominio del espacio y de los tiempos...
Acaba la función. El aplauso dura, yo diría, más de 10 minutos. El público ha disfrutado y lo transmite. Los bailarines salen una y otra vez a saludar. Se hace interminable.
Pasamos a los camerinos, a dar nuestra sincera enhorabuena a los artistas. Están contentos. Ha salido todo bien. Es hora de festejarlo. El teatro tiene preparada una fiesta, con dj y todo, para que los bailarines, familiares y amigos compartan este momento de felicidad. Tras los discursos de rigor, tomamos una Reiderberg alemana. No se parece en nada a la Cruzcampo. Vaya, ya estoy otra vez con las comparaciones con mi tierra, me digo, mientras se me escapa una sonrisa. Pero la ingeniería alemana, tan precisa en la mayoría de las ocasiones, en esta ocasión comete un error de bulto. No pone comida. Ni siquiera unas bandejas con canapés, por lo que, algunos bailarines, apenas tras apurar la primera copa de vino, quieren marcharse a cenar. Acaban de realizar un esfuerzo importante, llevando su cuerpo a una exigencia física que requiere, como Dios manda, recuperar energías. A los pocos minutos, una iniciativa promovida por los españoles que estábamos y que éramos muy numerosos se ve apoyada por varias personas hambrientas. Nos repartimos en varios coches y nos dirigimos a Vino Veritas, una taberna de un búlgaro que tiene una cocinera china. La globalización me digo. Nuestro grupo era de lo más variopinto. Una china, un australiano, dos biolorrusas, un americano y una americana, tres alemanes, una checa... acompañados por un donostiarra, una barcelonesa, dos murcianas, un madrileño y un cazallero, pienso, mientras vuelvo a sonreir. ¿Qué hago yo aquí metido? me pregunto.
Entonces, intento enseñarle un video muy tierno a una bailarina embarazada, sobre una niña pequeña con su perrito, que me enviaron hace unos días por facebook. Enciendo el roaming y veo que me llegaron varios mensajes de wathsapp. Uno es de mi amigo Migue. Me invita a leer una entrada en el blog de Paco Cepeda, creo que te va a gustar, me dice. Directamente lo hago. A ver qué nos deparará la buena pluma de Cepeda. Abro la web y creo a mi alrededor un paréntesis. No oigo ni veo a nadie en ese momento. Me inserto en mi mundo, en mi Cazalla, donde me llevan las palabras de Cepeda. Cuando termino de leer, Mónica, una chica de Córdoba se percata que se me han saltado las lágrimas. ¿Pasó algo? Me pregunta. Y digo sí, mira. Lo lee y me dice siéntete orgulloso de amigos así que te aprecian. Yo también los tengo, pero desgraciadamente a muchos kilómetros de distancia. Es la triste realidad del emigrante, me digo. Luego sonrío de lo afortunado que soy de poder vivir y trabajar en mi pueblo, de poder exportar las excelencias de mi tierra y de tener los amigos que tengo.