El presente aprieta. Muchos jóvenes se acuerdan
ahora de la sonrisa que dibujaban sus caras cuando las abuelas hacían
referencia a la vuelta de tiempos en los que imperaba la necesidad. Aquellos en los que no había ni para lo más básico. Los “años la jambre” como decían esas sabias abuelas de la experiencia. Locos años 20. Ruptura y vergüenza en los 30. Horror después. La réplica era que aquello ya pasó. No volverá. Ilusos. La historia se repite.
Tras años de bonanza, de locura, hoy la mayoría no vive tan alegremente. A la mayoría le cuesta llegar a fin de mes. Para la mayoría el futuro queda lejano. El presente asfixia.
Se viven momentos de incertidumbre. Se vive entre interrogaciones. Una de ellas es qué pasará con las pensiones. Cuál será la edad. ¿Bajarán? ¿Se privatizarán?
Dos luchadoras, dos trabajadoras de las que levantan los países, han accedido en el transcurso de este año a su más que merecida jubilación. Tras años, muchos años de trabajo, ahora, en el otoño de sus vidas, no sin cierto temor por los comentarios vertidos en los medios de comunicación, han accedido a su pensión tras tener que esperar algunos meses después de cumplir los 65. Jubilaciones ganadas a pulso. Ganadas a base de sacrificar sus vida para los demás.
Mariquina Carmona, inquieta. Amante del conocimiento. Fija de ideas. Tras trabajar desde muy pequeña junto a su familia en la Repostería del Casino en la España de los señoritos, es madre de cinco hijas. Y cuando tuvo que pelear para darle a sus hijas una carrera universitaria, a las cinco, se embarcó con enorme valentía en un proyecto al que ha dedicado más de 15 años de su vida. Salió de su casa. Se formó y se autoempleó. Se puso de cara al público y realizó miles de ramos de rosas rojas para que fueran compartidas por enamorados.
María del Monte Álvarez se ha llevado más de 40 años entre fogones y aceite de oliva en el Bar Los Mellis. Ha cocinado para los personajes más importantes e influyentes de este país. También para modelos, toreros, futbolistas, cantantes, actores y actrices de primer nivel nacional e internacional. Ha puesto mucho cariño en atender a los clientes de siempre, los de todos los días, los de todos los fines de semana. Cariño para que los boquerones estuvieran bien fritos. Para que el huevo de las espinacas estuviera bien cuajado. Para que la carne asada estuviera en su punto. Es madre, ahora abuela, cocinera, enfermera...
Estas dos luchadoras tienen derecho a descansar aunque siguen trabajando en el hogar donde nunca se descansa. Son dos ejemplo de muchas mujeres, de muchas personas a las que no se les puede privatizar, no se les puede privar de un derecho adquirido tras años de constante esfuerzo.
Ha llegado el momento de pasear, de contar anécdotas, de asistir a la gimnasia de mantenimiento, de ejercitar la mente, de hacer excursiones, de ir al taller de risoterápia, de encarar la vejez con la satisfacción del deber cumplido. Ha llegado el momento de disfrutar del tiempo que nunca tuvieron.
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